“Limpiar el candelabro: Porque hasta las reinas del drama necesitan un baño”
- Melani

- hace 1 día
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Los candelabros: las joyas de la corona del techo. Brillan, deslumbran y gritan elegancia. Pero dales unos meses y pasan de “Versalles” a “mansión embrujada”. ¿Limpiarlos? No es una tarea—es una misión aérea.
Escena 1: La escalera del destino
Subes la escalera como un explorador valiente. Una mano en el candelabro, otra aferrada a la vida. Te das cuenta de que estás a un estornudo de convertirte tú mismo en decoración colgante.
“Limpiar un candelabro es 10% limpieza, 90% rezar para no caer en el frutero.”
Escena 2: La crisis de cristales
Limpias cada cristal con delicadeza. Es extrañamente satisfactorio. Hasta que uno se cae y rebota por el suelo como un diamante rebelde. Lo persigues como si fuera la última rebanada de pizza.
“No sabía que podía correr tan rápido hasta que un cristal tocó el azulejo.”
Escena 3: El ballet de bombillas
Giras una bombilla. Está atorada. Giras más fuerte. Se rompe. Gritas. El candelabro parpadea en juicio. Le pides disculpas como si fuera tu abuela.
“Cambiar bombillas de candelabro es un baile delicado entre gracia y vidrios rotos.”
Escena 4: La confrontación con telarañas
Ves una telaraña. Finges que es decorativa. La tocas con el plumero. La araña corre. Gritas otra vez. El candelabro se balancea ligeramente. Ambos acuerdan no hablar más del tema.
“Vine a limpiar. Me fui con una tregua.”
Escena 5: La gran revelación
Terminas. El candelabro brilla como si estuviera en un comercial de perfume. Bajas la escalera como realeza. Apagas la luz solo para volver a encenderla dramáticamente.
“No solo limpié un candelabro. Restauré a una diva a su escenario.”
REFLEXIÓN FINAL:
Limpiar un candelabro es parte acrobacia, parte terapia y parte explosión de brillo. Pero cuando terminas, tu techo se convierte en una galaxia de glamour—y tus brazos en espagueti.




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