“Limpiar el inodoro: El salón del trono y sus pruebas”
- Melani

- 9 nov
- 1 Min. de lectura

El inodoro: un lugar de paz, reflexión… y puntería dudosa. Es el héroe silencioso de tu hogar—y la tarea de limpieza más temida de todas. Fregarlo no es solo higiene, es una prueba de valentía, flexibilidad y control del reflejo de náusea.
Escena 1: El acercamiento
Entras al baño como un guerrero. Guantes puestos. Limpiador en mano. Levantas la tapa lentamente, rezando que no esté tan mal como la última vez. Lo está. Susurras: “¿Por qué vivo así?”
“Yo no elegí la vida del inodoro. La vida del inodoro me eligió a mí.”
Escena 2: La zona de salpicaduras
Rocías el tazón. Hace burbujas. Frotas. Salpica. Gritas. Cuestionas tus decisiones de vida. Consideras prender fuego a la casa. Te conformas con más desinfectante.
“Limpiar el inodoro es 80% frotar, 20% esquivar salpicaduras.”
Escena 3: La traición tras el inodoro
Metes la mano detrás del inodoro. Está polvoriento. Está pegajoso. Encuentras una liga para el cabello, una mancha misteriosa y el fantasma de una botella de champú. Lloras un poco. Sigues limpiando.
“Detrás del inodoro es donde la dignidad va a morir.”
Escena 4: El final glorioso
Terminas. Tiras de la cadena. Observas el remolino como un baile de victoria. Enciendes una vela llamada “Redención Cítrica”. Sales del baño dramáticamente, como si hubieras salvado un reino.
“No limpié un inodoro. Derroté a una bestia.”
REFLEXIÓN FINAL:
Limpiar el inodoro es parte película de terror, parte deporte olímpico y parte sanación emocional. Pero cuando terminas, tu baño se convierte en un salón digno de realeza—y tu alma se siente 10% más ligera.




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